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miércoles, 12 de diciembre de 2012

De Rouille et d'Os (2012)

Metal y Hueso

Algo es seguro: a Jaques Audiard le gusta el sufrimiento. Miseria física y psicológica se conjugan en una película que, de algún modo, propende al sentimentalismo, pero que, sin embargo, es arrastrada por la podredumbre existencial.

Un hombre, Alí, decide hacerse cargo de su hijo de cinco años (al que apenas conoce), pero no tiene nada (ni casa, ni dinero, ni amistades) y termina por recurrir a su hermana quien vive en Antibes. Ésta los recibe con los brazos abiertos. Alí consigue un trabajo de guardia en una discoteca en donde, y después de un litigio, conoce a Estépnanie.
Estéphanie es una entrenadora de ballenas asesinas. Durante un espectáculo en Marineland ocurre un accidente; Estéphanie pierde las piernas.

Algunos pensarán, y es lógico, que el drama gira en torno a la convalecencia y el restablecimiento de Estéphanie; pero el film habla menos de la discapacidad de Estéphanie que de los problemas que asedian la psique de Alí. 
Alí es un hombre turbio, un antihéroe en una de sus más mundanas variantes. En términos mexicanos vendría siendo el tan denostado valemadres. Tiene sexo con cualquier mujer que se le cruza en el camino, participa en peleas callejeras, coloca ilegalmente cámaras en los almacenes y apenas recuerda que tiene un hijo de cinco años. Y no obstante, esta es la personalidad que saca a Estéphanie de la depresión y el sinsentido. Mientras los demás no hacen sino compadecerse de Estéphanie, Alí se muestra impasible. Él no la trata como una discapacitada y no demuestra compasión por ella. A él no le importa que le falten ambas piernas.

Se habla de romance, se habla de drama, quizá hasta de existencialismo (Alí como alter ego de Mersault en la más famosa novela de Camus); romance en apariencia sin amor, drama sin muertes, contrastes deslumbrantes, un camino bifurcado, ¿Quién sufre más, el convaleciente físico o el convaleciente psíquico? Uno como complemento del otro. Vivimos épocas difíciles y la desgracia nos persigue.

Tal vez la secuencia más impactante del film es la de Alí destrozándose los puños tratando de romper el hielo del estanque congelado en el que cayó su hijo. No hay bonanza; los huesos de la mano nunca sanan por completo y Alí aspira al boxeo profesional. 

Jaques Audiard nos sume en una experiencia harto dicotómica, es un juego de contrastes, desgarra a sus personajes epidérmica y moralmente.
Metal y Hueso es una cinta en la que confluyen dolor e indiferencia. Todo sublimado con las grandísimas actuaciones de Marion Cotillard y Matthias Schoenaerts. Es un largometraje imperdible.

Acaso el film no es perfecto, Audiard aún no ha encontrado la historia que lo catapulte a la cumbre de la cinematografía. Tiene talento, mucho talento, ya lo ha demostrado con sus De battre mon coeur s'est arrêté (2005) y Un Prophet (2009), ganadora del Premio del Jurado en Cannes, pero a veces el talento no basta. Tengo por seguro que Audiard nos seguirá sorprendiendo con su trabajo, mientras tanto es lícito disfrutar Metal y Hueso.



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