César debe morir
BRUTO. - ¡Adiós, querido Estratón! (Se arroja sobre su espada.) ¡César, aplácate ahora! ¡No tuve para tu muerte la mitad de deseo que para la mía! (Muere.)Las líneas anteriores no son sino las últimas palabras de Bruto en el drama Julio César de William Shakespeare.
Los caminos del arte son inescrutables. El arte es incontenible e inmensurable, no hay yugo o cadenas que lo circunscriban. Ni siquiera los muros y las rejas de un presidio son capaces de domeñarlo. El arte es, ciertamente, sinónimo de libertad.
¿Qué significa el arte para los prisioneros de una cárcel? La única vía de escape. Rememoro un film y un libro: Le Scaphandre et Le Papillon (Julian Schnabel, 2007) y El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl. El primero es una adaptación cinematográfica del libro autobiográfico de Jean-Dominique Bauby, un carismático editor francés que, después de un accidente, sufre el síndrome del encierro (básicamente queda como un vegetal), el segundo es una crónica, orientada a la psicología, del paso del psiquiatra austriaco Viktor Frankl por un campo de concentración en la segunda guerra mundial.
¿Pero, por qué recordar dos obras en apariencia disimiles y aunarlas con una tercera, la cinta César debe morir? Hay una razón irrefutable: Tanto Bauby como Frankl nos hacen notar una cosa: el sometimiento del cuerpo es independiente del sometimiento mental. Ambos personajes son presas del yugo corpóreo y sin embargo son, gracias a la imaginación, libres en el intelecto. Los prisioneros entregados al arte, cuya principal substancia es la imaginación, viven, de algún modo, en libertad.
Paolo y Vittorio Taviani, en su bienaventurado resurgimiento, urdieron con creces una muy libre versión del Julio César de Shakespeare. Un más que logrado acercamiento a los cursos de teatro que se imparten en las cárceles italianas. La cinta no cuenta con actores -quizá burdamente llamados- profesionales, todos son amateurs, si es válida la expresión. Muchos de ellos condenados y exonerados, han vivido en carne propia el drama del encierro. De ahí que la película posea dejos de documental.
La obra transcurre en los pasillos y los patios del presidio de Rebibbia y la utilización del ya apolillado recurso del blanco y negro deviene en una completa dramatización de las escenas. César debe morir es un muy original e impresionante montaje del canónico trabajo del inmortal Shakespeare. Una sutil combinación de la cotidianidad de los reclusos y el teatro como elemento catártico de sus miserables vidas; es la interpolación del drama shakespeariano y el drama de sus existencias.
Porque después del arte, sólo queda el vacío.
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