Divertida. Subversiva. Inteligente. Violenta. Espectacular. Genial. Estridente. Deslumbrante. Sobrepasada. Hilarante. Original. Etc., etc., etc. Son algunos de los adjetivos que han acompañado para bien la filmografía de uno de los directores más polémicos y admirados de Hollywood: Quentin Tarantino. Desde Reservoir Dogs hasta Django Unchained, Tarantino ha demostrado que es uno de los cineastas más rentables del mundo. Su cinematografía, fácilmente identificable por su estética de la violencia, subvierte por completo cualquier convencionalismo hollywoodense.
Quentin Tarantino nos hace reír con cosas que comúnmente no causan risa; tiene una visión jocosa de la muerte y de la sangre. El manejo de la ironía, quizás su mayor virtud, sublima una por una cada frase que sale de la boca de sus personajes, los cuales, por cierto, son todos inconcebibles, carismáticos y de una psicología extraordinaria.
Dos años antes de la Guerra de Secesión, un dentista y cazarecompensas alemán, King Schultz (Waltz), libera a Django (Foxx), un esclavo negro, de manos de una pareja de traficantes. La condición para su liberación es que lo ayude a encontrar a tres hermanos esclavistas acusados de asesinato y buscados por la ley. Una especie de anómala amistad surge entre Django y el Dr. Schultz y terminan siendo socios cazarecompensas. Schultz descubre que Django está casado y que su esposa trabaja en la plantación de Calvin Candie (DiCaprio), sádico hombre acostumbrado a la barbarie. La segunda parte de la cinta -a mi parecer la más intensa- gira en torno al rescate de la esposa de Django. Todo esto bien aderezado con una dotación extragrande de sangre, balas y explosiones.
Si algo caracteriza a Tarantino es que no se echa para atrás ante ningún proyecto, tema o circunstancia. Es decididamente sarcástico. Hablar de la esclavitud norteamericana no lo arredró, aun siendo un oscuro y recóndito episodio en la historia de los Estados Unidos. Más meritorio es tratar ese episodio como sólo lo sabe hacer la retorcida y lúcida mente de Tarantino; con harta sangre. ¿Es un trabajo polémico? Indudablemente. La película tiene un tratamiento irónico y humorístico, y cabe recalcar una notable evolución en el lenguaje cinematográfico del director: la irremediable madurez. Ya Inglorious Basterds (2009) nos dejo entrever ese tenue pero agradable vuelco en su lenguaje. En Django Unchained fragua esa experiencia. Ahora no únicamente es un mosaico de escenas divertidas; es un mosaico de escenas divertidas e intensas.
Es cierto que la película posee secuencias apenas tolerables (unos perros devorando a un esclavo, un peleador esclavo dejando ciego con sus manos a otro peleador), pero los caminos del arte son inescrutables. Y en Quentin, son la vía para contar una historia. Además, escenas más fuertes se han visto ya en el cine.
Es bien sabido que el papel principal de Django Unchained estaba estimado para Will Smith pero -y gracias al dios del cine- fue conmutado a Jamie Foxx, quien resultó ser un excelente Django; protagónico que, como lo veo, le hubiera quedado grande al carismático pero histriónicamente limitado Will Smith.
Christoph Waltz es un genio. La gran actuación de DiCaprio, como el sanguinario Calvin Candie, ya no sorprende a nadie; es uno de los mejores actores de Hollywood. Samuel L. Jackson cumple perfectamente con su papel de esclavo privilegiado. Fotografía altamente estilizada y banda sonora inteligente que mezcla la música típica del western, el soul y el rap. Película completísima.
Quentin Tarantino ejecutó uno de los mejores (o al menos más entretenidos) filmes de su carrera.