El espectador
Subí como quince escalones
(o menos) hasta el centro de la enorme sala cinco. Exactamente en la mitad de la
hilera me arrellané en el cojín plegable; sospecho que es el mejor
lugar de toda la sala para apreciar en su total amplitud la descomunal
pantalla, primero blanca, después profunda y colorida. Las luces agonizan y los
anuncios comienzan por apoderarse del ámbito de la pantalla. Aparecen, uno tras
otro, dos trailers, Los indestructibles; Stallone, Willis,
Statham, Lee,Van Dame, Schwarzeneger, es el dream
cast de las películas de acción, pienso, no creo que salga algo bueno de
esto. Una nueva cinta del 007, me es
indiferente, nunca he visto una completa del afamado agente. Aguardo
atentamente la proyección de los avances de la próxima película de Superman, escrita por los hermanos
Nolan. No los pasan, me engañaron en la tele.
Repentinamente aparece el logotipo de la casa
productora de The Dark Knight Rises;
ha empezado la cinta y hace frío en la sala.
Anne Hathaway (mi amante)
porta un atuendo de camarera y Christian Bale (Bruce Wayne) ostenta una anacrónica
combinación de bigote y barba que va muy bien con el bastón en que se apoya al
caminar. Han pasado ocho años, ¿Acaso Batman está en condiciones de volver?
Un espectador se prefigura,
a lo mucho, una película entretenida, bien producida y bien interpretada. En
este sentido El Caballero de la Noche
Asciende no queda a deber nada. Es una producción magistral, con grandes actores (Bale, Hathaway, Oldman, Freeman, Cotillard,
etc.) y un gran director como lo es Christopher Nolan.
El entramado
Uno, un tanto avezado al
cine de arte, suele prejuzgar a toda cinta como tal; es un acto equívoco
pretender que el cine de acción, terror, comedia, en fin, el cine de género,
pueda ponderarse con cánones artísticos, salvo algunas excepciones (Allen,
Winding Refn, Aronofski), esta clase de cine debe cuestionarse desde lo que es,
es decir, debe interrogarse a sí mismo.
Es harto conocido que Nolan
tergiversó el argumento del comic del Hombre Murciélago para exacerbar la profundidad,
la densidad y la oscuridad del personaje; y lo logró con creces. Desechando las
mallas grises y adoptándole un traje hercúleo y negro de alta tecnología,
consiguió la solemnidad y la indumentaria que el enmascarado cobijado por las sombras
de la noche merecía.
Está entrega trata menos de
un montòn de secuencias explosivas y caos que de un conjunto de emociones, virtudes y
males, que corroen el corazón de Bruce Wayne, víctima de su propio cuerpo. Ocho
años han pasado desde que venció al Guasón y tanto su sistema nervioso, como su
sistema óseo han facturado una vida consagrada a proteger a Ciudad Gótica de
toda suerte de malhechores y asesinos.
Pero esta vez se verá
forzado a resurgir por concepto de un terrorista (Bane) y sus terribles huestes
de hampones que planean destruir Ciudad Gótica a toda costa. Bane no es un
criminal cualquiera, él no quiere controlar una ciudad, no quiere dinero, no
busca el poder, él sólo desea, desde el inextricable fondo de su alma, ver a
todos muertos, aun sin importar que él sucumba con ellos. Desea desaforadamente
que todos sufran lo que él sufrió en el foso en el que pasó gran parte de su
vida contemplando, sin llegar a él, el azul del cielo. Y para esto, para la
hecatombe, se ha apoderado de un reactor cuyo núcleo ha transformado en una
destructiva bomba atómica de cuatro megatones, capaz de exterminar a toda la ciudad.
Y por si esto fuera poco, se ha encargado, también, de fulminar al único hombre
capaz de desactivarla. Se vislumbra un porvenir desolador ¿no creen?
Nolan se vio sumergido en
la ardua tarea de indagar al villano que habría de clausurar la trilogía, y digo
ardua porque superar el trabajo que realizó Heath Ledger como The Joker en la segunda entrega no era
nada sencillo. Lo hizo, optó por Bane, el contrapunto villanesco del Guasón.
Mientras que el Guasón es un villano cerebral, interesado y hasta carismático
(a su modo), Bane es insensato, apasionado y mordaz. El único fin de Bane es el
cataclismo sin concesiones.
¿Qué hay de Gatùbela? Por
cierto, en la película no se le llama Gatùbela al personaje que interpreta Anne
Hathaway, es simple y llanamente Selina Kyle, una mujer proveniente de la
inopia que encuentra la redención en el robo. Posee extraordinarias habilidades
físicas, así como una especie de moral al puro estilo Robin Hood; de hecho
Wayne se lo menciona en la cinta. De ninguna manera es símil de otras Gatùbelas,
o, más bien, del arquetipo de Gatùbela asiduamente mostrado en las historietas
o en los dibujos animados; es una Gatùbela bastante sobria y prolija, altiva y
suspicaz, y aunque Hathaway es bastante bella, su personaje no encarna esa sensualidad
a la que nos tenían tan acostumbrados los comics. En cierta medida puede
deberse al sesgo del director, quien no se caracteriza por ser un entusiasta de
la belleza física o la mujer, y mucho menos del erotismo; en su cine esto resulta
baladí.
Bruce Wayne, Batman, es un
discapacitado; daños neuronales, cicatrizaciones internas y externas y ausencia
total de cartílago en las coyunturas principales, vedan a su cuerpo las
capacidades físicas que antaño le permitieron combatir el crimen. Pero su
fuerza de voluntad y su afán protector y justiciero lo harán ascender por
encima de todos estos óbices superficiales y salvar, una vez más, a la Ciudad Gótica
del exterminio.
Siendo una película de dos
horas cuarenta y cinco minutos posee un ritmo impresionante, no se cae, no
aletarga, no aburre. Eso sí, el final es bastante laxo; es un final al estilo Hollywood,
azucarado, azucarado, un final para personas sensibles, para aquellos que no están
preparados para ver morir a Batman. Qué se le va hacer, Hollywood y DC comics
tienen sus reglas y sus prohibiciones. Pero no importa, si no han visto la película
les aseguro que les va agradar, que se van a pasar un buen rato.